lunes, 1 de julio de 2013

Alas nuevas

Había demasiadas historias fuera y dentro de su piel. Por eso ese día se preguntó para qué buscarlas, si estaban tan cerca que todavía podía olerlas. Habló con el escritor y presentó su renuncia, como venia renunciando a cualquier cosa que le causara una leve molestia. El rostro de aquel hombre le causaba repugnancia, aunque alguna vez lo había palpado con una curiosidad casi ingenua, casi perversa. Ahora, ni siquiera una mueca hubiera podido cambiar el rictus de su boca y sin un “adiós” o un “hasta luego” lo dejo como lo había encontrado.
“El amor después del amor” la había convertido por fin en la única protagonista de esas historias,  que sin buscarlas, llegaban para derrotar lo efímero.

Se sintió libre por primera vez. Y lo contó…

lunes, 19 de noviembre de 2012

Rita, la podóloga


Rita es una buena mujer, como vos y como yo. Una mujer entrecruzada en el camino, casi galáctica. Me la recomendó una amiga que la conoce desde hace mucho y las plantas de mis pies se lo agradecieron porque a pesar de tantos títulos y palabras raras yo necesitaba una podóloga y nada más. De paso me voy a pintar las uñas de rojo.
No se puede escribir cuando te duelen los pies, en realidad, no se puede hacer nada cuando te duelen los pies,  más que llorar y aguantar las ganas de autoflagerlarlos con la tijera  o cualquier elemento punzante que libere la presión. Por eso la llamé inmediatamente y con todos los papeles esparcidos por el piso,  la recibí temprano, agradecida por  respetar mi urgencia.
Nunca conocí a alguien tan eficaz manejando los pies ajenos y aunque no le pregunté por el estado de los suyos, me preocupé porque se sintiera cómoda y no rechazara el desayuno que había preparado para las dos, anticipando el ritual que salvaría mi vida.
La había imaginado distinta. Las mujeres solemos pensar que quienes se dedican a embellecernos son como esos paradigmas a quienes nos gustaría parecernos pero Rita no parecía una de esas  modelos a imitar,  aunque de facciones armoniosas, la mirada triste y esos kilos de más (contra los que se notaba luchaba desde siempre), la convertían en una mujer apagada.
Me habló de sus hijos, de sus proyectos a largo plazo, de sus veinte y pico años de matrimonio “en paz”, pero no me dijo nada, ni una mueca ni una sonrisa se posaron en su rostro, ni un agudo o un grave que me permitiera apagar los sonidos del torno por un segundo y verla sin su traje de podóloga.

Me pregunté si podría servirme de inspiración  (tal vez encontrara en aquellos ojos sin brillo alguna nueva historia) pero como no tenía la confianza suficiente para interrogarla solo esperé que las voces llegaran sin que ninguna de las dos emitiera un solo sonido.
 Aquella vez,  no pudo apagar el celular, aunque apagó otras voces,  no pudo apagar el dolor, como vos y como yo.
La cama chifla, invade,  pregunta y el sueño vence. Me dieron ganas de abrazarla a veces,  cuando él no estaba con ella  y contarle la verdad. Anclarla, demorarla, anestesiarla.
Le había pedido que no me amara pero fue él anticipando las palabras el que no me hizo caso. Una  pregunta ¿ Qué hacías en las noches? Cuando eran míos los recuerdos , los sonidos, los deseos
 ¿Por qué lo dejabas solo?
No fue una vez como te dijo,  fueron tantas madrugadas, días enteros  con secretos en medio de  tu almohada. Estuve ahí, estoy  ahí , entre las sombras, como una huésped, como un  fantasma,   como zozobra. Conozco los horarios de tu casa, la cara de dormidos de tus hijos, la obra en construcción entre los pinos, tu baño…
Sin embargo lo amé por vez primera y fue por eso que deje casi olvidados los recorridos de un pasado aletargado, para olvidar lo que aún hoy no está olvidado, como te pasa a vos, como nos pasa a todas.
Lo  cabalgué, es cierto y no una vez, desayunamos y miramos las estrellas, caminamos abrazados por las calles, llenas de gente, llenas de olores. Me alzó en el tren como un hombre enamorado y fui feliz, te agradezco “ lo prestado”. Me besó como nunca me había besado.
Yo no hubiera servido para hermosear esos pies que no son los míos, pero se notaba en tu suavidad que te gustaba verlos relucientes y te lo agradecí con una sonrisa.
No podríamos ser amigas, vos te olvidaste de los tuyos y yo no quiero sentir dolor. Somos diferentes. A mí me hace feliz hacer el amor en una playa desierta, a vos acostumbrarte a no hacerlo. No te culpo pero después de pagarte por tu trabajo y cerrar la puerta sentí una vez más que el amor es una cosa seria, de esas que no admiten callos en las plantas de los pies.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Imagine


Fue un rayo.
Dicen los nativos que donde cae un rayo con el paso el tiempo sale una piedra en forma de hacha. “ Que te parta un rayo”  Me desperté sobresaltada solo para darme cuenta que a veces no te mata, aunque los 3000 voltios de electricidad pueden cegarte, detener tu corazón e incluso hacerte olvidar por un segundo, quien eres. Pero los rayos no parten a nadie por la mitad (aunque no estoy muy segura de ello).
Un café negro ( pero no tanto) me recordó que le había prometido otro café casi quemado,  para definir  cuestiones laborales. Me vestí a medias, como si el rayo se hubiera robado el alisado de mis cabellos, la amplitud de mi boca y hasta la vuelta doble que el espejo  que me regalaba un “bonus track”.  Atravesé la puerta sin sentirla y el pasaje culminó en ese bar repetido y agotado.
 Nos saludamos como si nunca hubiéramos transpirado juntos y aunque nunca pude aprender a jugar al truco, hablamos como viejos amigos. No lo fuimos,  pero sin embargo alguna vez lloré por él y ahora me sorprendía de aquellas lágrimas. Pasado.
Necesitaba historias  que no le gustarían ( era un escritor de fuentes)  pero que “alguien” estaba dispuesto a pagar. Las gotas de sudor poco ayudan.
...................................................................................................................................................
“Nos imaginamos, para vivir mil vidas, las vividas, hasta el aroma del café tan saboreado, una mañana y otra, la marca de tus huellas microscópicas, el picaporte de la puerta de madera, los sonidos de la respiración que no se ocultan y el olor de una mesa acariciada, cuando los cuerpos no piden permiso ni se asombran ante el poder del encuentro sin palabras.”
Pero el amor es otra cosa y después del café y el entrevero yo quiero saber si está de pie.
…………………………………………………………………………………………….
Yo imaginé.vos imaginaste. Nosotros imaginamos.
Me encontré conjugando con los personajes de una historia y él me dijo:
“ No se si es amor, pero hay una escena que nunca voy  a olvidar. La repito una y mil veces, diferente. La dejo ir, la acaricio, la olvido y la vuelvo a sentir como si el destino se ensañara conmigo”
“ Te prometí tantas cosas, pero de todas, cocinar juntos. Desnudos y nada más.  Vos llegabas y yo te esperaba. Parecía tan simple y te juro que abrí la puerta y te vi. Estabas en la coina, en el baño y en cada lugar. Estabas y querías estar hasta en la baulera.
Al principio no sabía que decirte pero los hongos y el perejil  y la entrega y la demora y el sacerdocio y las fritangas, todas juntas obraron el milagro : Te saqué una palabra y una lágrima culpable y una risa y un  después  y para no sacarte nada te besé. Lloraste como nunca habías llorado.
Nunca reí tanto, se ve que el amor o lo que llaman  AMOR, envejece o se transforma..No se. No había culpas entre mis cacerolas, ni en mi sonrisa,  ni en la emoción de acariciarte.Toda la noche, todas las noches.sonaron a un te amo.
Pero hablamos de una, la imaginada y me hubiera gustado que te duermas  para verte dormir entre mis brazos, sin pedirte nada, pidiéndote todo .
Cocinamos desnudos, fue tu idea. Nos sentamos en el piso para divagar. No se si dormimos, no creo que habláramos demasiado pero tus labios se hospedaron en los míos y los dejé ser  sin importarme nada más. Atravesaste la puerta y tus ojos brillaron por última vez.
……………………………………………………………………………………………….
Yo imaginé
Vos imaginaste
El imaginó
Ellos no imaginaron que el amor los había traicionado.
Otra vez el amor, esa maldita costilla.

lunes, 29 de octubre de 2012

Caballito de mar




El llamado del hombre de los dos apellidos interrumpió mi ritual cotidiano. Solo café y silencio hasta estar segura de haber despertado de nuevo. Necesitaba la primera historia para ayer. Discutimos y lo imaginé como el día que lo conocí, solo que ahora había dejado de admirarlo y me resultaba fácil y hasta divertido jugar con sus tiempos.
_ Cuando esté lista te aviso _ le dije sin dejar de sorprenderme por el tono entre sensual y autoritario que lo dejaba fuera de toda sus especulaciones.
_ok ( hombre de pocas palabras) y me cortó.
Me vestí con los ojos arenosos de Lorena en la cabeza y lo llamé a Juan ( mi amigo el fotógrafo),  mientras el rollo de fotos me quemaba  los dedos al sumergirlo en mi bolso. Precisaba ver para sentir, tocar para escribir y sin estar segura de lo que me revelarían aquellas imágenes, deseaba que el negro estuviera presente en al menos una de ellas.
Me equivoqué. No existían figuras humanas, solo la playa desierta y miles de caracoles que guardaban secretamente los sonidos de sus voces. Iba a llamarla, (tenía su celular) iba a rogarle que me mostrara alguna fotografía del “ negro, que me permitiera enfrentarme cara a cara con la elipsis vengativa que no paraba de armarse y desarmarse como en uno de esos rompecabezas de diez mil piezas que siempre odié ( la paciencia no es precisamente mi virtud), pero no hizo falta, porque en aquel rollo de veinticuatro, la foto número veinticinco, esa que se dispara por las dudas, trajo hasta la playa la respuesta que estaba buscando.
No pude evitar encender un cigarrillo, el que antecede al movimiento de los dedos, el que se consume solo con el sonido emocionado de las teclas. Maldito ritual, ¿ podré escribir sin tenerlo cerca? creo que no me animo a dejarlo por miedo a que se lleve entre sus espirales  de humo las palabras.
Los caballitos me hechizaron desde niña, pero siempre me resistí a comprar uno de esos disecados que venden en los negocios cercanos al mar, aunque cada invierno me volvía a arrepentir. Sabía que si lo traía conmigo la magia se rompería en mil pedazos y ya nunca más volvería a sentir ese galope ondulado entre mis manos.
Seguramente ella dibujó la estrella cuando lo vio, hasta la imagino acercando sus labios a  él, intentando el último grito de oxigeno, ese que hoy le sigue quitando el aire. Pude ver su última lágrima salada, la decepción  de sus ojos instalada en el bolso a medio preparar, esperando una palabra que nunca llegó “quédate”.
Lorena no sabía que los caballitos de mar necesitan vivir en agua quietas, que hacen lo que pueden con sus cuerpos, que suelen camuflarse y que a pesar de su belleza mitológica su fidelidad en el amor es solo una hermosa leyenda.
Esa noche, decidí terminar esta historia de amor, para algunos fallida, para otros una historia más pero para Lorena la única.
Soñé que atrapada por uno de ellos en las aguas del Egeo, mientras la diosa Orixá  cantaba una canción de amor que jamás olvidaré. Por suerte desperté antes de que el carro de ostras que me transportara llegará a destino.
Estaba lista para mi primera entrega cinco días después de que el hombre de dos apellidos volviera a llamarme por teléfono y de que la protagonista de mi primera foto  se diera cuenta que se había enamorado de un paisaje.

lunes, 22 de octubre de 2012

" El negro"


La chica estaba dolida, aunque no quisiera admitirlo y como no me acuerdo quien dijo  que en la guerra y en el amor todo está permitido, abrió la cámara ( que no era digital)  y me entregó el rollo.
_¿Qué hago yo con esto? _ se me ocurrió preguntarle_ “Idiota”, así me sentí,  cuando me miró sin pestañear siquiera.
_ Lo que quieras.
………………………………………………………………………

Soy Bibi y no es un nombre de fantasía aunque me gusta sentir que somos todas ellas las que escribimos. Encerrar a tantas mujeres en solo dos letras que se repiten no es una tarea fácil pero se que no podría dejar a ninguna afuera y por otro lado, me gusta como suena, inconstante,  casi como una melodía, casi irreal.
De todos modo,  siempre pensé que quien se presenta, se disfraza. Es inevitable pensar que somos lo que decimos ser, entonces, prefiero que sepan lo necesario, que voy a escribir hasta que las velas ardan porque quiero hacerlo, que no puedo prometerles  estar fuera o estar dentro y que no voy a faltar a la verdad. Después de todo, el amor después del amor merece algo más que una puteada  y estoy dispuesta a revelarlo
No siempre fue así pero ese es otro tema y escribir por encargo me soluciona la vida. Tomar las letras como un trabajo nos obliga a elegir pero también a ser libres. Mi seudo jefe tiene  un apellido compuesto lo cual no me impide hacer uso del “ tómalo o déjalo” frase que a la larga aprendí a sobrellevar sin más balanzas que mis propios tiempos. Adrenalina pura.
Dar el sí tiene la facilidad de ponernos en contacto con nuestros propios miedos pero al mismo tiempo nos incita a la búsqueda. Eso hice. No puedo escribir sin buscar un espejismo y el amor está lleno de ellos. ¿Por dónde arranco?  me pregunté aquella tarde cuando el quiero  ganó la pulseada.
……………………………………………………………………….
No había mucha gente, hacía calor y el lugar no era precisamente un oasis pero me resultó atractiva la propuesta que pintaba en la puerta de la sala una playa desierta. Caminé hacia el mar, como siempre cuando el verano me provoca.
Ella se acercó antes de que pudiera verla, antes de que la primera foto cautivara mi atención y no se cómo hice para caminar con su sombra. Detrás de mi mirada,  sin emitir palabras buscaba mi aprobación. Sin embargo y aunque siempre me molestaron las persecuciones, su presencia completaba el aire que para esa altura ya se había contaminado del azul verdoso sin aviso.
Ni siquiera me di cuenta que para Lorena, así se llamaba la expositora, era su primera vez. Hubiera jurado que sus gestos lánguidos y vacíos  habían vivido lo suficiente como para sentirse, esta vez,  la protagonista absoluta de aquel espacio. Me equivoqué y lo supe en el preciso momento que mi boca se contorsionó de manera exagerada ante aquel piso de caracoles que invadía la séptima fotografía. Por un instante sentí mis pies sobre ellos y me acomodé el zapato que para ese momento, me empezaba a molestar.
Así y no de otra manera, descalza y con la piel ya inundada de sal, me apropié de mi primera historia.
………………………………………………………………………

Había pensado quedarse un mes , nunca sabía cuando decidía viajar si volvería o no a su casa. No era una nómada pero hacía mucho que para su familia las cosas no resultaban tan normales. Por eso la dejaban ser o al menos,  así parecía.
Uruguay era su lugar soñado hasta que llegó a “La paloma” y se sintió como un ave capaz de atravesar el mar. Los días transcurrieron  hasta el último  y su pasaje de vuelta la pasaría a buscar como habían acordado aquella tarde . Nunca supo si fue el destino o su propio deseo pero su amigo se demoró y aquella noche había fiesta en la playa.
El negro tenía rastras y la piel con sabor a chocolate y cuando lo vio, ( nunca supe qué fantasía provocan los negros en más que algunas mujeres) se enamoró.
La lluvia hizo el resto. No tuvieron sexo pero corrieron a guarecerse , corrieron mojados, corrieron inconscientes, olvidados, delatados. El arco iris los sorprendió al amanecer. Cuando se despidieron minutos después, algo había cambiado.
Lorena volvió a su vida, a la ciudad de los corazones rotos, al después.
Pero “ El negro” la llamó y cuando con el corazón galopando encontró un lugar para alojarlo supo que el deseo por primera vez era marrón, como el río, como el barro, como el relleno suave de la maceta de su balcón.
En la ciudad no resultaría y se entregó. Contra viento y marea, si arnés. Era una mujer y las mujeres se entregan.
El negro extrañaba el mar y ella extrañaba al negro. Se fueron juntos a vivir de la caza y de la pesca. Literalmente alquilaron una casa vidriada junto al mar y mientras él se embarcaba cada quince días en un barco pesquero, ella juntaba caracoles.
Me dijo que le estallaba el corazón cuando el buque pesquero se acercaba la costa. Me dijo que  cuando estaba sola, se levantaba tarde y caminaba por la playa desierta buscando aquellos tesoros del mar que los turistas no pueden encontrar. Que la asustaban las tormentas, que el negro tomaba y a veces no se acordaba de nada. Me dijo que al amor lo habían inventado las sirenas. También, que no soporta los lugares cerrados y que esta exposición de fotos era su último viaje.
El negro tenía rastras y la piel con sabor a chocolate pero  ella tuvo que decirle adiós.Nunca más pudo viajar, ni siquiera tomar un colectivo. Tampoco volver a amar como aman las mujeres valientes.
………………………………………………………………………

Me paré frente a la ultima fotografía y pude ver a la mujer que miraba el horizonte. Tenía los cabellos rubios como Lorena, la mirada perdida en el horizonte y una sonrisa que jamás voy a olvidar.
Fue en ese instante cuando descubrí que “El amor después del amor” podía ser revelado sin cuarto oscuro.







martes, 16 de octubre de 2012


No lo sabía pero, siempre amé las despedidas. El antes y el después.

¿ Será eso acaso el amor?

¿O será esa imagen que aparece de pronto para redimirnos del peor de los pecados?

En esta historia, que nunca es la misma, vamos a  hablar de amor. Vamos a buscar "ese rayo de luz"
Prepara el ojo de tu cámara, porque nunca se sabe cuando vamos a sacar la mejor fotografía.

Bibi