lunes, 19 de noviembre de 2012

Rita, la podóloga


Rita es una buena mujer, como vos y como yo. Una mujer entrecruzada en el camino, casi galáctica. Me la recomendó una amiga que la conoce desde hace mucho y las plantas de mis pies se lo agradecieron porque a pesar de tantos títulos y palabras raras yo necesitaba una podóloga y nada más. De paso me voy a pintar las uñas de rojo.
No se puede escribir cuando te duelen los pies, en realidad, no se puede hacer nada cuando te duelen los pies,  más que llorar y aguantar las ganas de autoflagerlarlos con la tijera  o cualquier elemento punzante que libere la presión. Por eso la llamé inmediatamente y con todos los papeles esparcidos por el piso,  la recibí temprano, agradecida por  respetar mi urgencia.
Nunca conocí a alguien tan eficaz manejando los pies ajenos y aunque no le pregunté por el estado de los suyos, me preocupé porque se sintiera cómoda y no rechazara el desayuno que había preparado para las dos, anticipando el ritual que salvaría mi vida.
La había imaginado distinta. Las mujeres solemos pensar que quienes se dedican a embellecernos son como esos paradigmas a quienes nos gustaría parecernos pero Rita no parecía una de esas  modelos a imitar,  aunque de facciones armoniosas, la mirada triste y esos kilos de más (contra los que se notaba luchaba desde siempre), la convertían en una mujer apagada.
Me habló de sus hijos, de sus proyectos a largo plazo, de sus veinte y pico años de matrimonio “en paz”, pero no me dijo nada, ni una mueca ni una sonrisa se posaron en su rostro, ni un agudo o un grave que me permitiera apagar los sonidos del torno por un segundo y verla sin su traje de podóloga.

Me pregunté si podría servirme de inspiración  (tal vez encontrara en aquellos ojos sin brillo alguna nueva historia) pero como no tenía la confianza suficiente para interrogarla solo esperé que las voces llegaran sin que ninguna de las dos emitiera un solo sonido.
 Aquella vez,  no pudo apagar el celular, aunque apagó otras voces,  no pudo apagar el dolor, como vos y como yo.
La cama chifla, invade,  pregunta y el sueño vence. Me dieron ganas de abrazarla a veces,  cuando él no estaba con ella  y contarle la verdad. Anclarla, demorarla, anestesiarla.
Le había pedido que no me amara pero fue él anticipando las palabras el que no me hizo caso. Una  pregunta ¿ Qué hacías en las noches? Cuando eran míos los recuerdos , los sonidos, los deseos
 ¿Por qué lo dejabas solo?
No fue una vez como te dijo,  fueron tantas madrugadas, días enteros  con secretos en medio de  tu almohada. Estuve ahí, estoy  ahí , entre las sombras, como una huésped, como un  fantasma,   como zozobra. Conozco los horarios de tu casa, la cara de dormidos de tus hijos, la obra en construcción entre los pinos, tu baño…
Sin embargo lo amé por vez primera y fue por eso que deje casi olvidados los recorridos de un pasado aletargado, para olvidar lo que aún hoy no está olvidado, como te pasa a vos, como nos pasa a todas.
Lo  cabalgué, es cierto y no una vez, desayunamos y miramos las estrellas, caminamos abrazados por las calles, llenas de gente, llenas de olores. Me alzó en el tren como un hombre enamorado y fui feliz, te agradezco “ lo prestado”. Me besó como nunca me había besado.
Yo no hubiera servido para hermosear esos pies que no son los míos, pero se notaba en tu suavidad que te gustaba verlos relucientes y te lo agradecí con una sonrisa.
No podríamos ser amigas, vos te olvidaste de los tuyos y yo no quiero sentir dolor. Somos diferentes. A mí me hace feliz hacer el amor en una playa desierta, a vos acostumbrarte a no hacerlo. No te culpo pero después de pagarte por tu trabajo y cerrar la puerta sentí una vez más que el amor es una cosa seria, de esas que no admiten callos en las plantas de los pies.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Imagine


Fue un rayo.
Dicen los nativos que donde cae un rayo con el paso el tiempo sale una piedra en forma de hacha. “ Que te parta un rayo”  Me desperté sobresaltada solo para darme cuenta que a veces no te mata, aunque los 3000 voltios de electricidad pueden cegarte, detener tu corazón e incluso hacerte olvidar por un segundo, quien eres. Pero los rayos no parten a nadie por la mitad (aunque no estoy muy segura de ello).
Un café negro ( pero no tanto) me recordó que le había prometido otro café casi quemado,  para definir  cuestiones laborales. Me vestí a medias, como si el rayo se hubiera robado el alisado de mis cabellos, la amplitud de mi boca y hasta la vuelta doble que el espejo  que me regalaba un “bonus track”.  Atravesé la puerta sin sentirla y el pasaje culminó en ese bar repetido y agotado.
 Nos saludamos como si nunca hubiéramos transpirado juntos y aunque nunca pude aprender a jugar al truco, hablamos como viejos amigos. No lo fuimos,  pero sin embargo alguna vez lloré por él y ahora me sorprendía de aquellas lágrimas. Pasado.
Necesitaba historias  que no le gustarían ( era un escritor de fuentes)  pero que “alguien” estaba dispuesto a pagar. Las gotas de sudor poco ayudan.
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“Nos imaginamos, para vivir mil vidas, las vividas, hasta el aroma del café tan saboreado, una mañana y otra, la marca de tus huellas microscópicas, el picaporte de la puerta de madera, los sonidos de la respiración que no se ocultan y el olor de una mesa acariciada, cuando los cuerpos no piden permiso ni se asombran ante el poder del encuentro sin palabras.”
Pero el amor es otra cosa y después del café y el entrevero yo quiero saber si está de pie.
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Yo imaginé.vos imaginaste. Nosotros imaginamos.
Me encontré conjugando con los personajes de una historia y él me dijo:
“ No se si es amor, pero hay una escena que nunca voy  a olvidar. La repito una y mil veces, diferente. La dejo ir, la acaricio, la olvido y la vuelvo a sentir como si el destino se ensañara conmigo”
“ Te prometí tantas cosas, pero de todas, cocinar juntos. Desnudos y nada más.  Vos llegabas y yo te esperaba. Parecía tan simple y te juro que abrí la puerta y te vi. Estabas en la coina, en el baño y en cada lugar. Estabas y querías estar hasta en la baulera.
Al principio no sabía que decirte pero los hongos y el perejil  y la entrega y la demora y el sacerdocio y las fritangas, todas juntas obraron el milagro : Te saqué una palabra y una lágrima culpable y una risa y un  después  y para no sacarte nada te besé. Lloraste como nunca habías llorado.
Nunca reí tanto, se ve que el amor o lo que llaman  AMOR, envejece o se transforma..No se. No había culpas entre mis cacerolas, ni en mi sonrisa,  ni en la emoción de acariciarte.Toda la noche, todas las noches.sonaron a un te amo.
Pero hablamos de una, la imaginada y me hubiera gustado que te duermas  para verte dormir entre mis brazos, sin pedirte nada, pidiéndote todo .
Cocinamos desnudos, fue tu idea. Nos sentamos en el piso para divagar. No se si dormimos, no creo que habláramos demasiado pero tus labios se hospedaron en los míos y los dejé ser  sin importarme nada más. Atravesaste la puerta y tus ojos brillaron por última vez.
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Yo imaginé
Vos imaginaste
El imaginó
Ellos no imaginaron que el amor los había traicionado.
Otra vez el amor, esa maldita costilla.